Mi
primer encuentro con el libro fue en el último año del secundario, en clases de
Literatura. Como sucede con casi todo material obligatorio, comencé mi camino
sin mucho entusiasmo o algún tipo de expectativas. Aquello que llamó mi
atención, en un primer pantallazo, fue la crudeza con la que están narrados los
hechos. Supongo que haber tomado conciencia que la historia no es ningún
invento, aportó esa cuota de dureza que eriza la piel de quien tiene la
oportunidad de leerlo.
Creo que ese es el factor
esencial a tener en cuenta al momento de comenzar su lectura. La historia narra
los horrores de aquella época, sucesos que hoy en día cuesta imaginar. No
utiliza pasajes complicados, sino que se remite a explicar los hechos de forma
sencilla para su fácil comprensión.
Es importante destacar que
Walsh investiga incansablemente, trata de recolectar la mayor cantidad
información, recorre las calles, y por momentos se vuelve protagonista y opina.
Se mete de lleno en su búsqueda y su trabajo es meticuloso. Por esto, el texto
es tan rico. Walsh pretende mostrar fielmente lo que sucedió, basando la novela
sobre una sola estructura, la verdad.
Esta obra, no apta para impresionables, es el reflejo de las
atrocidades que vivió nuestro país durante esos años, es una copia fiel de
nuestra historia, y por ende no debería ser olvidada.